viernes, 26 de junio de 2009

No codiciaras los bienes ajenos


El décimo mandamiento prohibe la codicia del bien ajeno, que es la raíz del robo, del pillaje y del fraude; prohibe dejarse llevar de la concupiscencia de los ojos, que lleva a tantos pecados; y prohibe la avaricia y la envidia, que son enemigas del orden y la concordia entre los individuos, las familias, los pueblos y las naciones.
Por la codicia de los bienes ajenos, ¡cuántas riñas y enemistades entre hermanos, entre pueblos!, ¡Cuántas desavenencias familiares y adulterios por desear la mujer del prójimo!
¿Qué nos prohibe el décimo mandamiento de la Ley de Dios?
El décimo mandamiento de la Ley de Dios nos prohibe el deseo desordenado de riquezas y la envidia de los bienes ajenos.
¿Qué nos enseña el décimo mandamiento de la Ley de Dios?
El décimo mandamiento de la Ley de Dios nos enseña a vivir desprendidos de los bienes materiales y a trabajar con diligencia para mejorar nuestra situación actual con el corazón abierto a las necesidades de los demás.

No consentirás pensamientos ni deseos impuros


El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón . Ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.San Juan distingue tres especies de codicia o concupiscencia: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Siguiendo la tradición catequética católica, el noveno mandamiento prohíbe la concupiscencia de la carne; el décimo prohíbe la codicia del bien ajeno.En sentido etimológico, la ‘concupiscencia’ puede designar toda forma vehemente de deseo humano. La teología cristiana le ha dado el sentido particular de un movimiento del apetito sensible que contraría la obra de la razón humana. El apóstol san Pablo la identifica con la lucha que la ‘carne’ sostiene contra el ‘espíritu’. Procede de la desobediencia del primer pecado . Desordena las facultades morales del hombre y, sin ser una falta en sí misma, le inclina a cometer pecados.En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el ‘espíritu’ y la ‘carne’. Pero, en realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia. Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual: Para el apóstol no se trata de discriminar o condenar el cuerpo, que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su subjetividad personal, sino que trata de las obras -mejor dicho, de las disposiciones estables-, virtudes y vicios, moralmente buenas o malas, que son fruto de sumisión (en el primer caso) o bien de resistencia (en el segundo caso) a la acción salvífica del Espíritu Santo. Por ello el apóstol escribe: ‘si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu’.

“No levantarás falsos testimonios ni mentirás”.


Esto ocurre en todos los ámbitos y muchas veces lo hemos visto entre tus representante. Cuando se trata de la mentira, es casi inevitable recordar las cosas que, a lo largo de los siglos, hemos tenido que escuchar a tus lenguaraces en la tierra. Me refiero a algunos que, según ellos, tienen una gran relación contigo y no son ejemplos de probidad ni veracidad. Para mí hay algo que no funciona.
Sí... me han dicho... ya sé que tú te propusiste como la verdad, el verbo. Pero ¿cómo logramos casar esa realidad con la palabra? ¿Somos amos de lo que decimos? Se afirma que uno domina sus silencios y no sus palabras. Es probable que sea así, que seamos más dueños de los callamos que de lo que decimos. Cuando hablamos entramos de forma inmediata en el mundo subterfugio, de la ficción, del malentendido... y en nuestro tiempo dominado por la publicidad... bueno ya sé que son cosas que tú y Moisés no pensasteis al propagar este mandamiento. Por aquellos años no existían los publicitarios, Internet, los políticos en campaña electoral, y todas aquellas cosas que llegaron con lo que llamamos la era de la información. Todo muy difícil de prever, incluso para ti.